“Este estilo presidencial nos recuerda a las tensiones de la década de 1930, cuando un líder decía ‘yo decido y el pueblo escucha y aplaude’”. “Es una señal de su enfoque autocrático cada vez más peligroso”.
Declaraciones de Alfonso Guerra efectuadas este mismo mes, referidas a Pedro Sánchez, en The Times.
No es el único socialista relevante más o menos enfadado: no sólo Alfonso Guerra, también Felipe González, el difunto Rubalcaba, Leguina, Nicolás Redondo, Jordi Sevilla, Lambán, Page, Borrell, etc.
Vale la pena ver la muy distinta intensidad con la que estos dirigentes han expresado su pesar:
- Borrell ha dejado ver que está preocupado pero que, como cargo del PSOE, no hará ni dirá nada más.
- Page ha dejado claro que lo dirá todo, pero no hará nada mientras ostente un cargo.
- Felipe ha sido tajante en que dirá y hará lo que haga falta, todo menos dejar de votar a Sánchez.
Salvo alguna honrosa excepción que ahora votaría al PP, creo poder decir que esto es lo que tienen en mente:
- PP y PSOE deberían formar una gran coalición y renunciar a sus socios actuales.
- Sería aceptable repetir elecciones hasta que obtengan una mayoría sin chantajes PSOE+SMR o PP+VOX.
- Sería aceptable y legítimo arriesgarse a que haya un gobierno PP+VOX en virtud del punto 2.
- Sería aceptable y legítimo sumar votos nacionalistas siempre y cuando no se negocie ni la unidad de España, ni el Estado de derecho, ni una política antiterrorista decente.
Feijóo estaría encantado con este recetario, pero es imposible porque no depende de él. Sánchez ha sido quien ha decidido que haya solo dos opciones: o con él o contra él.
Vamos a ponernos en el delirante escenario de que estos históricos socialistas sufran algún tipo de síndrome de Estocolmo por el cual siguen escogiendo la papeleta de quien consideran un líder siniestro y autoritario frente a Feijóo, del que paradójicamente hablan bien. Cabe plantearse pues, ¿están atrapados ante una dicotomía real?
En el caso de Felipe, desengáñense, pero no es cierto que tenga sólo dos opciones. No me cabe ninguna duda de que podría, junto a muchos otros destacados compañeros, haber montado ya una escisión del PSOE. Sólo hace falta que un partido socialista escindido arrebate 4 escaños a la coalición Frankenstein para hacer caer su mayoría.
Es más, ya existe un partido socialista y muy socialista, Izquierda Española, que defiende tal recetario, y puede que la diferencia entre que obtenga un relativo éxito o un estruendoso fracaso sea la ausencia de estos apoyos clave.
Aquí es donde quiero entrar a valorar por qué no hace lo que podría hacer, por qué tanta resignación cómplice. ¿Va a quedar Felipe ante la historia como aquel líder del PSOE que arrasó en las elecciones o como líder espiritual de una escisión grupuscular, repudiada, ridiculizada y sin apenas apoyos?
En algunos casos la cobardía va ligada a retener un sueldo, un cargo y un modo de vida, en otros va ligada a un ego enorme y desmedido. No esperemos sentados a que estos ególatras sean quienes salven la democracia española.