Ya nos va sonando este dato en la prensa: 40,7% de desempleo juvenil en España a cierre de 2020, la tasa más alta de Europa y muy lejos de países como Alemania, con un 6,1%. El desempleo podría ser un buen indicador para hacerse una idea de que algo no anda bien, pero es posible, sin perder simplicidad, hilar más fino sobre hasta dónde llega la precariedad juvenil.
Querer hacerse una idea de la situación material de los jóvenes a partir de la tasa de desempleo juvenil encierra algunos problemas:
- El dato se refiere a los jóvenes de 15 a 24 años. Gran parte de los jóvenes de esta edad están estudiando, por lo que no cuentan para la estadística, no figuran ni como trabajadores ni como parados, lo que provoca que más que una foto de la situación de los jóvenes tengamos una foto de los jóvenes sin estudios o con pocos estudios.
- Otro problema surge a raíz de la alta cantidad de contratos temporales. Imaginemos que tenemos a 40 jóvenes trabajando sólo los primeros 6 meses del año, de enero a junio, y a otros 40 trabajando sólo los 6 últimos meses del año. La estadística dirá que hay un 50% de desempleo, pero realmente habría un 100% de jóvenes con exactamente la misma situación precaria: sólo han conseguido permanecer empleados 6 de los 12 meses de año. Más que la tasa de paro, puede ser interesante saber cuánta gente hay que está intercalando periodos de trabajo precario con periodos sin empleo.
El índice de precariedad juvenil
En el plano teórico crear algún tipo de “índice de precariedad juvenil” que resuelva los problemas anteriores puede parecer sencillo. Como primera idea podríamos coger a jóvenes de más de 25 años, que en su mayoría habrán acabado su formación educativa, y ver cuántos han ingresado rentas salariales por valor de menos de 13.300 € brutos durante 2020 (el valor del Salario Mínimo Interprofesional). Si alguien ha ingresado menos de 13.300 € durante 2020 seguramente o ha estado parado parte del año, o cobrando en negro por debajo del SMI, o con un contrato a jornada parcial que no le ha permitido tener ingresos suficientes, todas ellas situaciones que podríamos considerar precarias. Incluso podríamos afinar el índice corrigiendo tal listón de 13.300 € en función del nivel de precios de la correspondiente región.
Lamentablemente no disponemos de tal información salarial pero, con algún rodeo, igualmente, podemos obtener un “índice de precariedad juvenil”.
Lo primero de todo vamos a eliminar a los inactivos de la estadística, es decir, no clasificarlos ni como precarios ni como no precarios. El 11,7% de los jóvenes de entre 25 y 34 años estuvo inactivo en la segunda mitad de 2020, principalmente por estar estudiando.
Ahora clasificamos como precarios a aquellos jóvenes: desempleados, que han conseguido recientemente un empleo habiendo tardado mucho en conseguirlo (más de un mes), que están en ERTE teniendo un contrato temporal, que consideren poco probable que puedan volver a su puesto de trabajo al acabar el ERTE, en un ERTE de más de 3 meses de duración cobrando menos del 50% de su sueldo, con jornada parcial por no poder conseguir un trabajo a jornada completa o con un contrato temporal con una duración demasiado breve.
Con todo esto determinamos que el “índice de precariedad juvenil” entre los jóvenes de entre 25 y 34 años fue del 39,7% durante la segunda mitad de 2020. En el siguiente mapa podemos apreciar las enormes diferencias regionales, siendo la precariedad juvenil del 31% en la Comunidad de Madrid y en Aragón y del 52% en Andalucía.
*Mapa elaborado por @CuteMaps1 con software QGIS a partir de datos de la EPA.
En la siguiente imagen podemos apreciar el ranking por CCAA:
Estos datos suscitan varias reflexiones, si bien sólo resaltaré una: ¿toda esa gente que, teniendo entre 25 y 34 años, está estudiando, posiblemente una oposición, lo haría si la situación económica fuese boyante, o precisamente está estudiando por aprovechar el tiempo de alguna manera en vez de estar en el desempleo? Usualmente a esta gente se la ha clasificado como inactiva, no como desempleada, pero la duda cabe.
Nota metodológica:
Fuente: 24.024 respuestas de jóvenes de entre 25 y 34 años durante la segunda mitad de 2020 a la Encuesta de Población Activa (EPA) del Instituto Nacional de Estadística (INE). Como referencia nótese que los sondeos electorales suelen encuestar a unas 1.000 personas.
Más del 7% de los encuestados activos no han respondido a alguna pregunta clave, por lo que se les ha imputado su situación personal en función del valor de otras respuestas dadas por el propio encuestado y mediante interpolaciones en base a lo que han respondido el resto de encuestados.
Se han considerado precarios aquellos contratos temporales a jornada completa: que tengan una duración de 6 meses o menos o que lleven 6 meses o menos en su empresa en caso de que no conste la duración del contrato.
Respecto a la tasa de inactividad, se ha tomado una definición muy parecida a la del INE con alguna ligera diferencia. En particular se ha considerado como parados, no como inactivos, a las personas “desanimadas”: aquellas que, temporalmente, no están buscando empleo porque creen que va a ser imposible encontrar uno.
¿Por qué no jóvenes de entre 25 y 29 años? Si se querían dar datos desagregados por CCAA de suficiente calidad (sin demasiado error estadístico) era necesario que la muestra fuese más grande, incluyendo también a jóvenes de entre 30 y 34 años.
¿Por qué la segunda mitad del año (de julio a diciembre) y no el cuarto trimestre (de octubre a diciembre)? Igualmente, hacía falta una muestra más grande para desagregar por CCAA con calidad.
¿Tienen la misma precisión los datos de todas las CCAA? En lo que respecta a los datos expuestos en este artículo, si bien se ha encuestado a suficiente gente en todas las CCAA, los datos de Navarra, La Rioja, Cantabria, Baleares y Asturias están sujetos a algo más de incertidumbre.